Los soldados acompañan a los agentes de sanidad para desinfectar los hogares y buscar las larvas
| enero 31, 2016
Mirley tiene que evitarlo. Y rápido. En febrero, las lluvias empiezan a ser más frecuentes y la mezcla de agua y calor le ofrecerá al mosquito mejores condiciones para proliferar. Y entonces es cuando generalmente se produce el auge de la epidemia del dengue. Pero esta vez la enfermedad que circula desde hace décadas por Brasil puede ir acompañada del zika, el virus que, según los especialistas, produce la microcefalia, una malformación fetal que desde octubre del año pasado puede haber afectado a 3.448 bebés. La misma presidenta brasileña, Dilma Rousseff, alertó este viernes sobre la gravedad y la urgencia de la situación: “Estamos perdiendo la batalla contra el mosquito. No voy a decir ahora que la estamos ganando. Pero ganaremos la guerra”.
En el jardín de una fábrica, Mirley se acerca a una bromelia. Con una pipeta, saca un poco de agua acumulada entre los pétalos y, finalmente, encuentra una larva. “Mira”, muestra, victoriosa; “una muy pequeña”. La empleada de mantenimiento de la fábrica, Claudia Ferreira, se ríe: “Ya decía yo que aquí había un foco de mosquitos. Siempre que limpio me acribillan”, cuenta. El año pasado, Claudia contrajo el dengue, al igual que otro trabajador de la empresa. “Creo que es mejor que quitéis esta planta”, aconseja Mirley. “Si tienes un machete sacadla ya de ahí”.